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Volví a pecar

  • etarrago8
  • hace 5 días
  • 1 Min. de lectura

10 julio 2025


Hay placeres terrenales que merecen ser celebrados sin culpa, y uno de ellos son los chipirones fritos. Dorados, crujientes y sabrosos, estos pequeños calamares se transforman en una irresistible tentación cuando el aceite burbujeante los envuelve y les da ese toque crujiente que acaricia el paladar.


Cada bocado encierra el sabor del mar, una textura delicada que contrasta con su corteza crujiente, y una frescura que se intensifica con unas gotas de limón. No se trata solo de comida; es un ritual hedonista, una ceremonia de indulgencia que reconforta el cuerpo y el alma. Y aunque uno sabe que se está dejando llevar, lo hace con una sonrisa cómplice, sabiendo que hay pecados que ennoblecen.


Acompañados de una copa de vino blanco bien frío, los chipirones fritos son ese capricho que no se necesita justificar. Son un homenaje a los sentidos, a los pequeños lujos cotidianos… y a esa deliciosa costumbre de seguir pecando, porque hay cosas que simplemente valen la pena.

 
 
 

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